martes, 12 de mayo de 2009

Singularidad de Rinconete y Cortadillo

Miguel de Cervantes no escribe sus relatos "picarescos" amoldándose a la tipología del género, sino que, utilizando algunas de sus características, crea obras originales, en las que se puede percibir, no ya una parodia, sino una crítica burlesca de la novela picaresca del Quinientos. Veámoslo en el siguiente mapa conceptual que hemos creado con Mindomo:



Los relatos "picarescos" cervantinos, como Rinconete y Cortadillo, La ilustre fregona y El coloquio de los perros, tan dispares entre sí, suponen la superación del género picaresco nacido con Lazarillo de Tormes y culminado con Mateo Alemán y su Guzmán de Alfarache.

Que Cervantes quería distanciarse de dicho género queda patente en el Quijote, cuando el atrevido ladrón Ginés de Pasamonte finaliza el relato de su vida ante el "ingenioso hidalgo" diciendo:

"lo que sé decir a voacé es que trata verdades, y que son verdades tan lindas y tan donosas, que no pueden haber mentiras que se le igualen".

Y añade:

"Mal año para Lazarillo de Tormes y para todos cuantos de este género se han escrito".

En Rinconete y Cortadillo estas "verdades", o realidades, están ejemplificadas en la galería de personajes pertenecientes a la cofradía de Monipodio, tanto en sus conductas como en su lenguaje. Nuestros dos muchachos, que, en principio, querían abrazar voluntariamente la vida picaresca, que tenían idealizada y literaturizada, guardan silencio durante toda la parte central del relato, que se desarrolla en el patio, y se convierten en espectadores o testigos de esa realidad tan alejada de sus idealizaciones. De ahí surge su conciencia moral, que el narrador omnisciente nos deja ver en el último párrafo de la novela, de donde hemos tomado el título de nuestro blog:

"Era Rinconete, aunque muchacho, de muy buen entendimiento, y tenia vn buen natural, (...) exageraba cuán descuidada justicia había en aquella tan famosa ciudad de Sevilla, pues casi al descubierto vivía en ella gente tan perniciosa y tan contraria a la misma naturaleza, y propuso en sí de aconsejar a su compañero no durasen mucho en aquella vida tan perdida y tan mala, tan inquieta y tan libre y disoluta".

Basándonos en estas palabras, podemos concluir, suscribiendo a Fernando Lázaro Carreter, que Cervantes constituye el más lúcido crítico de la novela picaresca.

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